A solas con Jesús

"Si hay algún lugar donde tenés que correr aún con todas tus imperfecciones, el mejor lugar donde podemos ir es a solas con Jesús."

- Pastor Alejandro Castro

En muchas situaciones de la Biblia encontramos la ley de Dios contra la gracia, pero muchas de estas nos enseñan cómo Dios perdona a través del ejemplo de Jesús con los demás. Jesús no veía el pecado de las personas, sino su corazón, por lo que no condenaba, sino que perdonaba y advertía que no pecara más. Él enseña de una manera especial, porque nos permite que nuestra propia conciencia nos diga qué estamos haciendo mal. Jesús no vino a juzgar el mundo, sino a salvarlo. Teniendo este ejemplo, nosotros no podemos juzgar a otros sino amarlos.

El pecado nos aísla, nos avergüenza, nos juzga, humilla y nos señala, pero Jesús con su gracia nos perdona y restaura. Los hombres somos incapaces de administrar la ley justa de Dios porque somos injustos y nos equivocamos cuando tratamos de aplicar esta ley a los demás. Si caemos en manos de alguien, no caigamos en manos de la ley porque no da vida ni esperanza, solo ejecución y muerte. Cada vez que nos volvamos jueces de los demás, nos volvemos jueces de nosotros mismos.

Si vamos a algún lado para ser juzgados, vayamos donde Dios, porque Él siempre nos va a perdonar. Recordemos que no se nos señala a nosotros, sino nuestro pecado y esta no es una guerra contra personas, sino que el enemigo está queriendo tender una trampa a Dios, y al final Su gracia siempre será victoriosa, porque nadie nos condena si somos limpios por su sangre. Cuando tengamos un encuentro con la gracia, hagamos nuestro mayor esfuerzo para no pecar más. La paga que deja el pecado es muerte, pero el regalo de Dios es la salvación en Cristo Jesús.

Reflexionemos

¿Qué cosas te han hecho sentir culpable? ¿Has recibido la gracia y perdón de Jesús por ellas?

¿Estás extendiendo la gracia de Jesús a los demás?

Versículos para reflexionar

Juan 8:3-11 - Juan 12:47 - Romanos 6:23 - 2 Samuel 24:14 - Romanos 2:1-3 - Juan 3:20

Oración

Señor, gracias por tu misericordia y tu amor que perdona sobre todo. Ahora sé que, a pesar de que la ley nos muestra el pecado, tu gracia es aún mayor y te pido que me ayudes a comprender aún más profundamente cuán grande es tu amor por nosotros, para así poder extenderlo a los demás. Gracias porque merezco muerte, pero tu me das vida. Amén.