El desierto y sus generaciones
"El desierto, con la Palabra de Dios, nos hace una generación de conquistadores."
- Pastor Alejandro Castro
Llamamos desierto ese espacio en que nuestra vida es probada, donde vienen pruebas que son para nuestro bien, para ayudarnos a crecer en carácter y ver a Dios en una manera diferente. El desierto es una estación, no permanente, por lo que debemos aprender a pasar por el desierto porque todos pasamos por alguno en algún momento de nuestra vida. Con el tiempo hemos visto que las diferentes generaciones en la historia tienen diferentes comportamientos y conductas. Los Baby Boomers, Millenials, Generación Z, etc. El pueblo de Israel, mientras transitó de Egipto a Canaán, también tuvo varias generaciones.
La primera es la de la esclavitud, aquellos que crecieron en Egipto y aprendieron a ser esclavos. La única información que tenían de Dios era lo que sus antepasados contaron, pero no tuvieron oportunidad de tener un encuentro con Dios personalmente. La segunda es la del desierto, quienes salieron de la esclavitud, pusieron sus pies en la libertad pero con destino a una tierra prometida. Ellos vieron el poder de Dios y sus manifestaciones, oyeron su voz, pero no llegaron a la tierra prometida. La última es la que conquistó la tierra prometida, que fueron guerreros que tuvieron fe y conquistaron lo que Dios les dijo que podían hacer.
Los israelitas de la segunda generación nunca estuvieron satisfechos y solo querían hacer lo malo. La queja y la murmuración eran un estilo de vida y siempre encontraban cosas malas. Siempre querían recibir pero nunca daban. Se aburrían de Dios y sus cosas y no les gustaba el compromiso, ya que vivían de lo que Dios le daba a otros y Sus manifestaciones nunca fueron suficiente para ellos. La generación del desierto se oponía al liderazgo y a la autoridad, además de que despreció lo que Dios puso en sus manos y lo gastaron en manos de cualquiera, menos el Reino de Dios. Ellos vieron los milagros de Dios y aún así se quejaron e incluso se hicieron sus propios Dioses. En 1 Corintios, Pablo nos advierte que no tomemos por sentado lo que hemos recibido de Dios. Debemos cuidar no caer en la impaciencia, porque refleja falta de fe y comenzamos a buscar nuestras propias soluciones.
Dios jamás nos sacaría de nuestro Egipto para llevarnos a morir en un desierto. A veces podemos pensar que no saldremos de la prueba y no podemos dejar que esos pensamientos nos dominen. Él siempre quiere llevarnos más profundo y que lo conozcamos personalmente y mantengamos conductas santas, no que nos guindemos de la relación de alguien más o nos hagamos otros dioses. Debemos comprometernos y tener disciplina para crecer espiritualmente, sin perdernos de tener acceso al trono de la gracia. Si construimos nuestras propias condiciones y adoramos a otro dios, perdemos todas las bendiciones.
Cuando entremos al desierto, no nos alineamos con las circunstancias del desierto. Caminamos por el desierto pero bajo la instrucción y guía de Dios. Nos ponemos de acuerdo con Dios, su Palabra y lo que ha dicho. Nos mantenemos firmes mientras pasamos por ahí, creyendo en las promesas del Señor. Dios nos puede dar una tierra donde abunda leche y miel. Lo que Él promete, se cumple. El Señor está de nuestra parte, no temamos. Cuando entramos al desierto, nos llenamos de la Palabra de Dios, cumplimos su propósito y logramos lo que dice. Saldremos victoriosos y podemos ser una nueva generación que conquista. Si Él va delante nuestro, nada nos faltará.
Reflexionemos
¿Qué generación estamos siendo, la del desierto o conquista?
¿De qué cosas has sido hecho libre y cuál es tu tierra prometida?
Versículos para reflexionar
1 Corintios 10:1-11 - Números 21:4-5 - Éxodo 20:18-19 - Éxodo 32:1-6 - Números 12:1-2 - Éxodo 3:7-8 - Números 14:27-28 - Josué 21:44-45
Oración
Señor, te doy gracias porque en Tu palabra prometes que todas tus buenas promesas se cumplirán al pie de la letra. Hoy quiero alinearme contigo y pasar mi desierto sin queja sino victorioso, sabiendo que vas conmigo. Te adoro y te doy gracias por tu fidelidad. Amén.