Tan natural como respirar

"Sin los mandamientos del Señor nuestro cuerpo puede seguir existiendo, pero nuestro espíritu no podría seguir viviendo."

- Mishelle Mitchel

Hay cosas que son tan naturales que nunca nos las enseñan y son tan cotidianas y repetidas, que no les damos mucha importancia, como respirar. Hay cosas que son esenciales, pero estamos tan bombardeados por estímulos y cosas que tenemos alrededor que se nos olvidan las esenciales. Prestamos mucha atención a lo que nuestros ojos ven, pero dichosamente, tenemos un experto en escudriñar el corazón y ver lo esencial, y ese es Dios. Él puede ver más allá de lo aparente y escudriñar nuestro corazón. Él sabe que cuando estamos dando pasos hacia adelante, a lo mejor realmente queremos ir hacia atrás; o cuando sonreímos hacia afuera, pero nuestro corazón está llorando.

Dios no se deja llevar por las apariencias, Él ve nuestro corazón. Lo que pasa es que en este tiempo el éxito, la apariencia, alguien elocuente frente a otros, participativo, etc. nos harían pensar que es una persona feliz, pero a lo mejor es una persona que está inundado de tormentas en su corazón. O por lo contrario, puede que haya una persona pasando por pruebas terribles, luto, pérdidas, y sin embargo, tienen la esperanza de Cristo en su corazón.

Debemos revisar nuestro corazón y examinar cómo está. Este es un momento propicio para ello ya que venimos saliendo de algo como los 12 Días de Ayuno de la Comu. Estamos muy agradecidos con las bendiciones y bondades que vimos durante esos días, pero debemos cuidar si nos entretenemos con esas bondades y preguntarnos: ¿amo las bendiciones del Señor o al Señor que bendice? ¿Amo las promesas del Señor o amo los mandamientos que activan esas promesas? Cuidemos no entretenernos con lo que es evidente y olvidarnos de las profundidades del corazón, porque Jesús dice que si lo amamos, amaremos sus mandamientos. Si verdaderamente amamos al Señor, seguir sus mandamientos debería ser tan natural como respirar. Si a nosotros nos dijeran que vivir fuera de la presencia del Señor si nos mandamientos, ¿nos asfixiaríamos como si no respiráramos? Sin los mandamientos del Señor nuestro cuerpo puede seguir existiendo, pero nuestro espíritu no podría seguir viviendo.

Cuando el cuerpo entra en un fallo sistémico, significa que dos o más sistemas del cuerpo comienzan a fallar y comprometen la vida de un paciente. Los órganos pueden comenzar a dejar de funcionar y lo último que se pierde es el sentido de la escucha. Cuando entramos a un fallo sistémico espiritual, el cuerpo sigue funcionando, pero el espíritu va muriendo lentamente sin darnos cuenta. Podemos estar completamente activos, pero nuestros sistemas emocionales y mentales se comienzan a desconectar. En el fallo sistémico espiritual, la carne es 100% funcional, pero dejamos de ver lo esencial porque el corazón y la mente están apagados y dejamos de ver la victoria, dejamos de ver la paz cuando tenemos miedo, o el gozo cuando nos enojamos y la certeza frente a la incertidumbre. Cuando se apagan nuestro corazón y nuestra mente, perdemos de vista lo eterno. En este fallo sistémico, el primer sentido que perdemos es el oído, dejamos de escuchar la voz de Dios.

Cuando dejamos de oír la palabra de Dios, comenzamos a perder la fe. Vivir sin la palabra de Dios, es vivir sin oxígeno. Debemos escucharla, ponerla en práctica y obedecerla, y eso debería de ser tan natural como respirar.

Reflexionemos

¿Cuándo fue la última vez que tomaste un momento para examinar tu corazón?

¿Cuando vivís sin oír la Palabra de Dios, te sentís asfixiado?

Versículos para reflexionar

Proverbios 27:19 - Juan 14:15 - Proverbios 4:23 - Romanos 12:2 - Marcos 12:30 - Romanos 10:17 - Juan 15:15

Oración

Señor, no puedo vivir sin ti. Encuéntrame aquí donde estoy y avívame. No quiero que mi espíritu muera, sino que sea fortalecido. Que mis ojos se concentren en lo eterno y no en lo que está en frente mío. Fortalece mi corazón y mi mente para que cuando venga la prueba pueda verte en medio de todo. Examina mi corazón, permíteme ver dónde están puestos mi corazón y mis intenciones. Vuelve mi corazón a ti para vivir como te agrada, obedeciendo tus mandamientos como si fuera respirar. Amén.