Dejando el pasado
Nuestro pasado puede convertirse en un peso grande en nuestros hombros, tanto si fue muy bueno, como si fue muy malo. Pero en Cristo tenemos una esperanza real para nuestro presente y para nuestro futuro. Así como el pueblo de Israel salió de Egipto y caminó hacia la tierra prometida, Dios no quería que vivieran anclados en el recuerdo de la esclavitud ni tampoco solo en las memorias de los milagros del ayer, sino que pusieran sus ojos en lo que Él tenía preparado delante de ellos.
De la misma manera, nosotros no estamos llamados a vivir atrapados en nuestro pasado, sino a confiar en que Dios tiene una tierra prometida para cada uno: un futuro lleno de propósito, libertad y victoria en Él.